Lo sabe todo el mundo. Es la generación de la diógenes digital. Tenemos cientos de juegos (alguno casi llegará a la enfermiza cifra de los mil), en diferentes dispositivos y menos tiempo que nunca. Vamos necesitando días de 40 horas para poder abarcar todo lo que queremos, pasarnos esos títulos atrasados, farmear en nuestros juegos habituales con los amigos e incluso echar una partida online de vez en cuando para medir nuestras habilidades con personas a las que les faltan más hobbies en la vida, dedicándole muchísimo tiempo y dándote para y el pelo sin apenas pestañear.
Mi caso no es tan distinto al de otros supongo. Muchos juegos sobre los que quiero escribir algo, terminarlos y descubrir el desenlace de esa trama que te debería de tener enganchado horas y horas, pero no. Antaño recuerdo, con una super nintendo en casa, que juegos como Terranigma si los terminabas los volvías a empezar. La economía no llegaba para más y exprimías al máximo todo lo que tenías. Pero ahora no nos conformamos con eso. Tengo tantos juegos empezados que debería de contratar a una persona media jornada para que me ayude a pasarmelos. Es el síndrome de la diógenes digital. Esta en todos nosotros y no lo podemos evitar. El consumismo se apodera de nuestras carteras y nos pudre el corazón con esas ofertas tan bárbaras, sacándonos los cuartos y gastando incluso más dinero del que deberíamos. Ahora ya si, después de esta reflexión sobre por que no soy tan rico como debería voy a pasar a hablar de lo que me ocupa, ese gran juego roba horas pixel art, Stardew Valley.
Stardew Valley es algo fascinante. Creo que nunca me había atrapado tanto un juego de gestión/aventura y lo que quiera que sea más. No soy ningún experto en la materia, eso se ve ya de lejos pero creo que me a llegado en una época en la que, estando sin trabajo, hace que me mantenga ocupado con mis tareas del huerto, la crianza de animales y la recolección de recursos. Como trabajo digital me parece maravilloso y es perfectamente compatible con mi actual ocupación de amo de casa.
Lo primero que llama la atención es que todo lo a hecho la misma persona, Eric Barone, una suerte de genio atemporal capaz de crear uno de los juegos más adictivos y con más chicha de todos los tiempos. Me recuerda un poco a lo que consiguió Toby Fox con Undertale, en cuestión de “epicidad” al hacerlo una sola persona, encargándose tanto de la programación, animación y gráficos e incluso composición de la banda sonora. Gráficamente está muy conseguido, con buenos detalles de prácticamente todos los aspectos. Por ejemplo, cuando talas un árbol este se parte y al caer deja montones de ramas, savia y semillas. Dependiendo de la hora del día o la estación de año hay incluso insectos como luciérnagas que, al anochecer, ves por ahí volando sobre tus cosechas. La música también me parece digna de mención, con melodías suaves pero con cierto toque familiar e incluso aventurero. Me paso el día tarareándolas y eso que, a veces durante la partida, puedes estar más de 10 minutos sin escuchar una sola nota musical. El sonido ambiente también es importante, sobre todo en la vida del campo.
La trama del juego nos invita a huir de la gran urbe para dedicarnos a una vida en el campo donde tu abuelo tenía una granja de la cúal solo queda en buen estado la pequeña casa donde podrás descansar y calentarte al fuego de la chimenea. La granja, plagada al principio de árboles que talar, rocas que picar y hierbas que segar pronto se convierte en un hogar y es que, cuando tienes que trabajar en tu hogar se le agarra rápidamente un cariño increíble.
El juego se divide en estaciones, comenzando en la primavera. Tienes claro que lo primero es arar la tierra para poder sembrar unas semillas que te han regalado. Pero a partir del segundo día ya empiezan a suceder eventos, los NPC’s del juego te dan misiones y te abren otras zonas del mapa. Por ejemplo, cuando vas por primera vez a la playa te encuentras con Willy que te entrega su vieja caña de bambú y ahí ya puedes empezar con otro trabajo más, el de pescador a tiempo completo.
El juego tiene unas mecánicas sencillas pero muy bien definidas. Pescar, por ejemplo, es un minijuego con una barrita verde que hay que hacer coincidir con un pescado que no para de desplazarse arriba y abajo. Cuanto más tiempo lo hagamos coincidir antes lo conseguiremos pescar.
El componente social es muy importante en Stardew Valley. Tu relación con los vecinos puede empeorar o mejorar dependiendo de los regalos que les hagas. También existe la opción de poder casarse. El juego nos invita a socializar con los diferentes personajes del pueblo ya que muchos de ellos nos ofrecerán alguna que otra misión. También existen eventos durante todas las estaciones como el baile en el prado, una comilona en la playa o la fiesta del huevo, donde podremos participar intentando encontrar más huevos de pascua ocultos que ningún otro NPC.
Una de las virtudes del juego que más me a sorprendido es el como a conseguido hacer que me organice, colocar los cultivos con cabeza dependiendo de su tiempo de crecimiento, mejorar las herramientas poco a poco sin que eche de falta ninguna ya que una mejora de la regadera puede tardar hasta 3 días y la experiencia y el sentido común nos dicen que 3 días sin regar nuestros cultivos puede ser mortal para nuestra cosecha. Se pueden tanto construir nuevos edificios como establos, granjas, silos y también mejorar la casa para añadirle una cocina, más habitaciones. En este aspecto es un juego muy completo aunque exige una gran dedicación. Habrá que quitarse de pachangas online durante una temporada.
Una experiencia que aconsejo a todo aquel al que le gusten o no los juegos de “Granjas”. Deciros que no solo es un juego de granjas, también lo es de minería, de recolección de recursos en bosques, de exploración y pesca, de comercio y de aventuras. Lo tiene todo!. Por cierto, este mes de agosto llega la actualización que implementara el multijugador en PC y más tarde en consolas. Esto, amigos míos, puede ser la perdición para más de uno… donde me incluyo. Os quiero!. A seguir jugando!.